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Adhely Rivero

Adhely Rivero, nació en Guadarrama – Barinas, Venezuela en 1954Está residenciado en Valencia desde 1970. Lic. en Lengua y Literatura por la Universidad de Carabobo. Cursó estudios en la Maestría de Literatura Venezolana en la Universidad de Carabobo. Venezuela. Poeta, editor, ex – Jefe del Departamento de Literatura de la Dirección de Cultura de la Universidad de Carabobo. Fue director de la Revista Poesía. Coordinador del Encuentro Internacional Poesía de la Universidad de Carabobo. Libros publicados: 15 Poemas, 1984; En sol de sed, 1990; Los poemas de Arismendi, 1996; Tierras de Gadín, 1999; Los Poemas del viejo, 2002; Antología Poética, 2003; Medio Siglo, La Vida Entera, 2005; Half a Century, The Entire Life, 2009, versión al Inglés de Sam Hamill y Esteban Moore. Poemas (Antología editada en Costa Rica) 2009. Compañera, 2012. Poesíe Caré, Poemas queridos, 2016, Versión al italiano de Emilio Coco, publicado en Colombia. Su obra está representada en varias antologías y en la antología nacionales italiana La Flor de la Poesía Latinoamericana de hoy, tomo I, II, editada en Italia. Traducido al inglés, portugués, italiano, alemán, francés y árabe.

DESARMADO

A la ciudad se debe entrar desarmado.

Nadie debe portar un doble corazón

con los ojos en el pecho.

El amor ya no es un puerto seguro.

Si vienes del campo

deja el hierro que cuelgas en la cintura,

si vienes del mar

deja el arma blanca salitrosa en el cajón de madera,

si vienes de un pueblo

trae la memoria de tus antepasados

con sus patios de café,

los corrales de chivo y ganado.

Trae un caballo,

y un gallo para que duerma en la torre de la catedral,

y Dios nos de los buenos días.

La gente no necesita cuarteles,

sí de allí vienes no entres a la ciudad,

todos los que portan armas son unos cobardes.

MANIZALES

En la calle del comercio se oyen los pasos de un caballo

cuando se unen los hombres que caminan con muletas.

Algunos llevan vendas en los muñones.

Hay una trinchera de víveres,

son una quincalla ambulante.

Sembraron minas en los campos

y el hombre inocente las tropieza.

En Manizales, los niños no quieren jugar a la guerra

para no pisar en falso en algún lugar del parque.

En el centro de la ciudad -simulando mí asombro-

los dedos no me alcanzan

para cifrar en una cuadra los hombres lisiados.

Conocí a un campesino que se hizo pastor de cabras,

para no abandonar sus tierras y seguir ileso,

arreaba su rebaño por delante para recorrer sus predios.

De alguna cabra madrinera

solo pudo recoger la campana.

LA FRONTERA INVISIBLE

Nos fuimos al país más vecino en el mapa.

Cruzamos la frontera a caballo.

Hicimos la travesía en cuatro días y descansamos

en hamacas colgadas en los montes.

Los caballos comen toda la noche

y descansan parados.

En dos grandes ríos,

montamos los aperos de las bestias en canoas

y los caballos nadaron el Apure y el Arauca,

mientras pedía a Dios, cuidara de ellos

y alejara algún caimán de su cauce.

El abuelo nos contaba que su padre le hablaba que,

a Ramón Nonato Pérez,

lo malogró un caballo días antes de la batalla

del Pantano de Vargas,

par de José Antonio Páez,

el de las Queseras del medio.

Por estos hombres la línea de frontera es invisible

y vamos en el viento recorriendo el horizonte

de uno a otro corazón.